Confeti y Carnaval son términos indisolubles. Pero ¿desde cuándo? Una cosa está clara: se sabe que ya en el siglo XII se utilizaba un confeti un tanto más rudimentario que el que conocemos ahora. ¿Desde cuándo se usa el que usamos ahora? La culpa la tiene el dinero. O más bien, su ausencia, que agudiza el ingenio. Ahora verás por qué.
Se sabe que las personas adineradas tenían por costumbre lanzarse unos pequeños dulces durante sus celebraciones. Al menos así ocurría en Italia allá por el siglo XII. Aquellos dulces estaban hechos a base de almendras y azúcar y se conocían por el nombre de confites.
Ese uso se mantuvo con el paso del tiempo, aunque la gente común, que bastante tenía con echarse algo de comer a la boca, no podía arrojarse aquellos dulces porque lo consideraban una afrenta. De haber podido, ¡se los hubieran comido! Claro que algo tenían que arrojarse para celebrar el Carnaval. ¿Solución? Trozos de papel. No se come y es más económico. Pura lógica, ¿verdad?
Lo que sirvió a un avispado ingeniero italiano llamado Enrico Manglili para sacarse un dinero comercializando papel en el Carnaval de Milán. Eso ocurrió a finales del siglo XIX; y el papel lo obtenía del que usaba para criar gusanos de seda.
Con el tiempo, el confeti empezó a usarse para muchas más cosas que el Carnaval. Para celebrar el fin de año, por ejemplo, como hicieron por primera vez en París en 1891. Después, ese confeti lo refinaron y decidieron presentarlo de manera mundial para que todo el mundo pudiera utilizarlo en sus fiestas.
Ahora, es el desmadre. El confeti se puede lanzar a puñados o bien con máquinas especiales que montan la de Dios es Cristo, de tal manera que nadie queda a salvo de una lluvia de papeles de colores.
Que es lo que cuenta, ¿verdad?